Narración literaria: Alonso Flores V.
Ilustración plumillas: Prof. Ernesto Escobar
El Tambero Vargas saliendo de su choza, junto al río Puyo, escudriña el cielo, el bosque, los frutos maduros y dice: el tiempo es bueno para la cacería. Los animales deben estar gorditos.
Luego, muy decidido empiezá a preparar la canoa: llevaré mis armas, la vieja escopeta de chimenea, pólvora, arpones, red, anzuelos y mis inseparables perros cazadores.
Pero antes, debo recorrer el pueblo de Puyo visitando a mis amigos colonos y con anticipación venderles las presas y las carnes que ellos necesiten.
Al siguiente día, muy temprano, el tambero muy ufano, sale seguro en su canoa tocando el churo, como un aviso que va al encuentro con los animales del monte.
Se deja llevar por la corriente del río, muy atento rastrea, los playones y la vegetación. Bandadas de pájaros en su huída dejan sus nidos.
Una vez que ha llegado a la zona o lugar escogido, sigue los caminos de los animalitos, y prepara las trampas y carga con pólvora su vieja escopeta.
La noche fue buena y a la mañana siguiente con su rico cargamento de guantas, guatusas, armadillos y monos (cushillos); regresá con su embarcación. Cuando este cerca del puerto volvío a tocar el churo avisando a los vecinos su regreso.
Una vez que ha llegado al pequeño puerto comienza a despresar a los animalitos y entregar las carnes que habían pagado los habitantes del pueblo.
Está triste práctica depredadora venía haciendo en varias ocasiones.
Mientras tanto, los animalitos vivos, muy asustados reunidos en Chubacocha (laguna de los monos bracilargos) piden a la diosa Amazanga protectora de la flora y la fauna que castigue al tambero su mal proceder y le preguntan.......¿Por qué él querrá exterminarnos?
La diosa muy enojada al escuchar la queja de sus protegidos, llama a las grandes boas de las aguas profundas, como la shumiruna y la yacu-mama para que ellas actúen y sumerjan al depredador en las aguas, para que vaya a tocar el churo en las lejanas estrellas.
Lo que así sucedio..........
Nota: tambero es un hombre que tenía a su cuidado la casa albergue donde se alojaban los viajeros y el mantenimiento de los caminos.